El término Desarrollo Psicomotor (DPM) fue utilizado por primera vez por C.Weinicke para referirse al “fenómeno evolutivo de adquisición continua y progresiva de habilidades a lo largo de la infancia”1. Estas habilidades comprenden la comunicación, el comportamiento y la motricidad del niño2.
El DPM es un proceso gradual y continuo en el cual es posible identificar etapas o estadíos de creciente nivel de complejidad, que se inicia en la concepción y culmina en la madurez, con una secuencia similar en todos los niños pero con un ritmo variable3.
Hay variaciones individuales que a menudo dificultan, sobre todo en los niños más pequeños, la distinción entre los cambios y los retrasos de maduración, ya que la adquisición progresiva de funciones no es rígida sino variable en el ritmo o tiempo de desarrollo.
Las relaciones sociales del entorno infantil generan factores de protección pero también factores de riesgo4.Se habla de desarrollo psicomotor normal al que permite que el niño alcance las habilidades correspondientes para su edad (normalidad estadística).
El Retraso Psicomotor es un retraso del desarrollo en el que los logros del desarrollo aparecen con una secuencia lenta para su edad y/o cualitativamente alterada5.
El niño con retraso en su desarrollo puede normalizarse a largo plazo (variante normal del desarrollo), y si esto no ocurre será entonces diagnosticado de una patología6.
Puesto que muchos lactantes y preescolares con dificultades de desarrollo no tienen signos patognomónicos de enfermedad su identificación puede ser muy difícil, por lo que son muy útiles los tests de screening1. Desde una perspectiva estadística, cuanto más lejos se encuentre un niño del promedio, es menos probable que su desarrollo sea normal3.
El retraso psicomotor (RPM) es un rendimiento menor a 2 desviaciones standard en al menos 2 escalas: motórica (gruesa/fina), lenguaje, social y habilidades de la vida diaria7.
Se inicia en la infancia y presenta curso evolutivo estable. Usamos este término en los menores de 5 años, y en mayores de 5 años el de Retraso Mental o Discapacidad Intelectual.
El RPM queda incluido en el DSM-5 y CIE-10 en los ‘Trastornos del desarrollo o del Neurodesarrollo’ que corresponden al grupo de condiciones, con inicio en el periodo del desarrollo y se manifiestan generalmente antes de entrar en la escuela8.
La prevalencia del RPM es del 2.5-3% pero no siempre predice un retraso mental (RM) pues algunos mejoran o desarrollan sus capacidades potenciales. La prevalencia es mayor en varones (1,5:1) y en niveles socioeconómicos bajos/educación limitada. El RPM genera importantes costes familiares, a los sistemas de salud y educativos 9.
Los signos de sospecha en el retraso psicomotor son un retraso significativo en la aparición de adquisiciones globales del desarrollo, o de adquisiciones en algún área específica, pero también la persistencia de patrones que deberían haber desaparecido o de signos que son anómalos a partir de una edad (ej. movimientos repetitivos en mayores de ocho meses) y la existencia de signos anómalos a cualquier edad (ej. movimientos oculares anormales, asimetría en la movilidad)10.
Un signo de sospecha aislado no presupone una patología, pero obliga a examen y seguimiento. La detección de estos signos de alarma por parte del Pediatra de Atención Primaria es muy importante en el programa de seguimiento del niño sano o programa de salud infantil (PSI).
El Retraso No Sindrómico se define como aquel sin ninguna otra característica clínica que le haga discernible. Establecer un diagnóstico es importante para dar un pronóstico, administrar un consejo genético ajustado y evitar la recurrencia de casos en las familias afectadas. Asimismo nos permite pautar los tratamientos disponibles, evitar uso masivo de pruebas, manejar la comorbilidad acompañante a los procesos, y dar soporte a las familias con la información específica11 que debe ser siempre gradual, no catastrofista ni minimalista, y explicando la finalidad de los exámenes complementarios, así como el diagnóstico y sus consecuencias.
Determinar la etiología en los casos no sindrómicos supone un reto para el pediatra . Un alto número de afectos con RPM se pueden atribuir a causa genética (30-40%) y metabólica (1-5%) (Tabla 1). Actualmente unos 450 genes están implicados en el retraso: 400 se atribuyen a retraso sindrómico y 50 a no sindrómico. Además, aproximadamente un 50% de las 600 Errores Congénitos Metabólicos (ECM) conocidos conllevan retraso de desarrollo y de ellos un número importante son susceptibles de tratamiento. Los estudios genéticos, metabólicos y neurorradiológicos son los tests de primera línea en la investigación etiológica del RPM12.
En base a la anamnesis y exploración se establece la etiología del RPM en un 17.2-34.5% de casos, y obtenemos claves para el diagnóstico en un 62-79%13. Cuando exista una hipótesis diagnostica, se realizaran técnicas dirigidas a confirmar la presunción clínica y en los casos no sindrómicos se deben realizar técnicas de barrido de menor a mayor complejidad y coste, para identificar una etiología. En un tercio de los casos se diagnostica la causa por la anamnesis y examen físico, en otro tercio es por estudios complementarios basados en una hipótesis diagnóstica, y en el tercio restante por pruebas de barrido sin sospecha diagnóstica14.
Como la impresión subjetiva en la evaluación del DPM es insuficiente, es importante utilizar Tests de cribado o screening y escalas del desarrollo que sistematizan la exploración, evitan dejar de valorar algún aspecto, y aumentan la detección de trastornos. Las escalas del desarrollo dan un cociente de desarrollo (CD) que alerta cuando no es satisfactorio, aunque su poder predictivo del Cociente Intelectual (CI) futuro es escaso.
Las Escalas de Cribado o screening más utilizadas son: Escala de Denver15 y Escala de Haizea-Llevant16. Se usan en la evaluación del Programa Salud Infantil (PSI).
La Escala de Denver15, desarrollada por Frankenburg y Dodds en 1990, examina el desarrollo entre el nacimiento y los 6 años. Consta de 105 ítems en las áreas de Psicomotricidad fina y gruesa, Lenguaje y Socialización. Los resultados anormales ó dudosos se pueden reevaluar unas semanas después y si persisten se debe hacer un examen más completo o derivar a neuropediatría..
La Escala de Haizea-Llevant16, desarrollada por Fernández-Alvarez en 1991, comprueba la madurez entre el nacimiento y los 5 años. Incluye 97 ítems en las áreas de socialización, lenguaje, lógica matemática, manipulación y postural.
Otras escalas métricas o cronológicas, menos habituales en la pediatría de AP, para la evaluación del desarrollo son las de Brunet y Lezine17 y la escala de Bayley18.
Además hay otras escalas especificas que se pueden utilizar como: la Escala de comportamiento neonatal de Berry-Brazelton y Nugent19, que evalúa desde RN hasta los 3 meses, y que consta de 18 ítems y también las Escalas ordinales para la evaluación del desarrollo cognitivo de Casati y Lezine20 y Uzgiris y Hunt21.
A partir de los 3-4 años existen numerosas baterías y escalas para medir las funciones cognitivas y el Cociente Intelectual (CI). Entre ellas las más habitualmente utilizadas son la Escala de Inteligencia de Wechsler para preescolar y primaria (WIPPSI)22 y la Escala de Inteligencia para niños (WISC-IV)23, que se aplica entre los 6 y 16 años.
En la anamnesis del pediatra de AP también se puede incluir la evaluación de las preocupaciones de los padres sobre el desarrollo de sus hijos: el habla, comprensión, uso de las extremidades para hacer cosas, comportamiento, relación con los otros, aprendizaje personal, adquisición de habilidades en la guardería o colegio.
En el estudio del RPM es muy importante realizar una completa Historia Clínica, que debe recoger:
ANTECEDENTES PERSONALES
ANTECEDENTES FAMILIARES
CURSO CLÍNICO
En la Exploración Pediátrica el Examen Neurológico sistémico debe ser completo incluyendo también el examen visual y auditivo. Hay que valorar según clínica, las consultas con las especialidades de ORL y Oftalmolgía.
Es preciso realizar un completo estudio de la Somatometría, reflejando la posibilidad de Dismorfias (pelo, cabeza, cuello, extremidades, dermatoglifos), Discromías y Disrafismos espinales. Determinados signos clínicos presentes en la exploración orientan patognomónicamente hacia una etiología de base genética (Tabla 3).
Se consignarán también la presencia de: Visceromegalias, Cardiopatías, Alteraciones genitourinarias (ver indicadores de etiología genética) y cualquier otra posible Malformación (especialmente Micro y Macrocefalia).
Cuanto menor es el niño la valoración del desarrollo psicomotor es más importante y siempre se debe de realizar Es preciso observar el comportamiento, los movimientos faciales, la impresión del nivel intelectual y el lenguaje. Los RPM leves son los que pasan más desapercibidos.
En la valoración de la función motriz5 se valora el Tono Muscular (extensibilidad, pasividad y consistencia), los Reflejos (cutáneos, de estiramiento o miotáticos), si hay Rigidez o Espasticidad, la Fuerza, la Coordinación (función cerebelosa), la Marcha y los Movimientos Anormales. También se evalúan los Pares Craneales, la Sensibilidad y el Sistema Neurovegetativo.
Hay que prestar especial atención a los Signos de Alarma. Tabla 46:
En la evaluación del DPM hay que saber evaluar correctamente lo que exploramos10 para no cometer errores que conlleven a diagnósticos de sospecha erróneos.
Hay que tener por ello en cuenta para la detección de un posible RPM:
Pruebas Genéticas12,26 (exigen obtener el consentimiento informado):
Estudios Metabólicos34,35:
La TAC cerebral puede tener ventaja sobre la RMC en las infecciones congénitas. La resonancia magnética craneal puede aportar información en el 30% de los niños con procesos que ocasionan retraso. Cuando el retraso mental no es grave y no asocia alteraciones del examen neurológico no constituye una práctica obligada y su rendimiento es bajo.
La neuroimagen aislada tiene un rendimiento del 1.3% en los retrasos no sindromicos y parece esencial en el reconocimiento de malformaciones asociadas a las distintas etiologias del RPM (36).
El uso de nuevas técnicas (RM espectroscópica) está ayudando a la monitorización y manejo de los EIM (déficit de creatina cerebral, enfermedades mitocondriales…).
El diagnóstico es preferiblemente etiológico. No obstante, el diagnóstico clínico no siempre es definitivo, ya que la sintomatología puede mostrar distintos grados de severidad, ser evolutiva, y las consecuencias funcionales pueden ser transitorias o permanentes.
Lo fundamental es establecer un diagnóstico lo más preciso posible, ya que ello conlleva el pronóstico y el abordaje terapéutico.
La información referente al problema padecido y sus consecuencias y tratamiento se trasmiten a la familia sin alarmar, de forma positiva y explicando que el problema y la gravedad del mismo habitualmente viene establecido por la evolución y la respuesta a las medidas terapéuticas.
Tratamiento Etiológico Abordaje Terapéutico[M] |
Coordinación Interinstitucional Revisiones Periódicas |
La acción terapeútica instaurada37, debe ser lo más precoz posible: Atención Temprana (variable según autonomías) intentando siempre mejorar la sintomatología, evitando que la patología progrese a definitiva, y mejorando la calidad de vida tanto del paciente como de su familia y entorno biosocial38.
La figura del Pediatra de Atención Primaria es fundamental, por su accesibilidad y seguimiento del Programa de Salud Infantil (PSI), para detectar el RPM, coordinar la Atención Temprana, la valoración de Neuropediatría y Salud Mental, y la interrelación de los distintos estamentos e instituciones39.
La Coordinación Interinstitucional y el abordaje, seguimiento y tratamiento de todos los equipos implicados (a nivel de atención primaria y hospitalaria) y en los ámbitos sanitario, educativo y social es siempre necesaria40.